Verano entre glaciares, vaquitas perfectas y lagos de ensueño en Suiza (y alrededores)

By Angelica - 09 abril

Viajar es vivir. Sé que lo he repetido muchas veces, pero creo firmemente en ello. Cuando repaso el carrete de fotos en mi móvil y recuerdo esos lugares tan bonitos que he visitado, solo puedo dar gracias a Dios. Han sido experiencias maravillosas y probablemente cuando pase la cuarentena y vuelva a tener "otras prioridades", me seguirán faltando fines de semana para sentarme a escribir, a leer, a escoger fotos y a recordar los mejores momentos de cada aventura.


A petición de Emil y de las personas que votaron en mi historia de Instagram el fin de semana pasado, esta vez les contaré sobre nuestro viaje a Suiza en el verano de 2017.

Suiza ocupa los primeros lugares en rankings como "los países más felices del mundo", "los países más caros para vivir", "los países con mayor índice de seguridad" (donde desafortunadamente, Venezuela ocupa el último lugar de la lista), entre otros. Por ejemplo, en febrero de este año, la revista CEOWorld ratificó que Suiza es el país más caro del mundo para vivir seguido de: Noruega, Islandia, Japón y Dinamarca. 

En consecuencia, es de esperarse que según el famoso Índice Big Mac inventado por The Economist en 1986, el Big Mac más caro del mundo se coma en Suiza. De hecho, lo confirmamos. Y aunque en nuestros viajes siempre apostamos por la gastronomía local y nunca comemos comida rápida (salvo aquella vez que probamos la hamburguesa con Nutella en Roma... un verdadero fracaso), en Suiza cenamos una noche en McDonalds por dos razones: 1) Presupuesto y 2) Horario. Los suizos cenan muy temprano (o quizás en España cenamos muuuy tarde), así que nos tocó.

Después de esta introducción, quizás algunos de ustedes recuerden que Emil había planificado una escapada por mi cumpleaños a Suiza ese año y que finalmente me fui con "Mar La Exploradora" porque él tuvo que irse a India seis meses por trabajo. Fue un viaje increíble, disfrutamos mucho y ahorramos en alojamiento porque Jessica nos recibió en su casa.

Como el hotel que había reservado Emil en Montreux era "no reembolsable", nos dieron un voucher para canjearlo en los próximos meses... así que decidimos ir en verano para aprovecharlo y a partir de allí, creamos un itinerario de cuento que duró 8 días entre prados verdes, carreteras serpenteadas, montañas gigantescas, lagos preciosos y chalets de maderita. La buena noticia es que Emil tenía puntos acumulados en la cadena Intercontinental y pudimos ahorrarnos algunas noches de hotel. Pero sí, definitivamente es uno de los destinos más caros que hemos visitado.

¿Comenzamos el recorrido?

Día 1. Zúrich, la quinta ciudad más cara del mundo

Zúrich es la quinta ciudad más cara del mundo según el informe publicado por Economist Intelligence Unit en marzo de 2020. Preciosa, medieval, moderna, una ciudad "llena de contradicciones que la hacen única".

Tuvimos tiempo para recorrer algunas de las callecitas del casco antiguo (Altstadt), fotografiar relojes, reconocer las fachadas de la Catedral Grossmünster y de la Iglesia de la Abadía de Fraumünster que atesora los vitrales firmados por Chagall, cruzar el Münsterbrücke, hacer un paseo en barquito por el Lago de Zúrich y tomarnos un delicioso chocolate caliente con cacao venezolano en Café Henrici. Bueno, Emil se tomó un café porque nos esperaba un trayecto de al menos una hora en coche hasta Singen, la ciudad alemana donde dormiríamos esa noche. Y es que Suiza tiene fronteras con Francia, Alemania, Liechtenstein, Austria e Italia. Por tanto, en Suiza se habla alemán, francés, italiano, romanche y aunque no es idioma oficial, perfecto inglés. Recuerdo que "Mar La Exploradora" me contó que, si atraviesas el país en tren, los anuncios van cambiando de idioma. ¡Interesante!

Zúrich


Zúrich

Zúrich

Zúrich

Catedral de Zúrich

Zúrich

Lago de Zúrich

Lago de Zúrich


Lago de Zúrich

Cacao venezolano en Café Henrici, Zúrich

Día 2. ¿Tres países en un mismo día? ¿En coche? Nos volvimos locos

Tras desayunar en nuestro hotelito en Singen, tomamos la decisión de saltarnos el mayor salto de agua en la Europa Central y cogimos coche a Constanza (Konstanz, Bodensee), una preciosa ciudad histórica a orillas de la extensa y glamurosa "Costa Azul alemana". Caminamos por el puerto, nos perdimos en el centro histórico, conocimos a la voluptuosa y poderosa cortesana Imperia, vimos un Zeppelin y tomamos un barquito hasta la Isla de Mainau. Recorrimos entera la "Isla de las flores" y al volver a Constanza, nos dimos un homenaje en Constanzer Wirtshaus en la ribera del Río Rin. ¡Qué buen Schnitzel!


Desayuno en Singen
Imperia, una estatua giratoria de... ¿una poderosa cortesana?

Zepellin

Constanza
Constanza
Lago Constanza

Lago Constanza

Mainau

Mainau

El Zepellin nos sigue a Mainau

Mainau

Mainau
Schnitzel en Constanzer Wirtshaus, Constanza

Con la barriga llena y el corazón contento, configuramos Google Maps para que nos llevara a Meersburg. Mi expectativa era darle la vuelta al lago Constanza, pero lo que no imaginábamos es que la ruta de Google incluía un ferry. Nuestras caras parecían un poema, llegamos directo y no había forma de "echar pa' trás". Ahí estábamos, dentro del coche, dentro del ferry. Creo que no había hecho un trayecto similar desde algún viaje a Margarita en el 2007. La buena noticia es que los tickets se compraban dentro del ferry, así que disfrutamos de nuestro paseo y llegamos al señorial Meersburg con sus dos castillos y calles pintorescas.


Lago Constanza

Lago Constanza


Ferry para atravesar el Lago Constanza


Meersburg

Emil Rölch

Meersburg
Meersburg

De Meersburg, nos fuimos a Lindau con sus fachadas típicas bavieras, paredes con pinturas medievales, con su faro y su león. Disfrutamos un guiño del atardecer y recuerdo que había música de fondo mientras contemplábamos en un suspiro el precioso "Mar de Suabia" y la silueta de los Alpes Suizos que parecían desdibujarse al caer el sol.



Rapunzel vive en... ¿Lindau?

Lindau

Lindau

Lindau

Eran más de las 20h00. Como en verano, los días son más largos, nos arriesgamos (como siempre) y cruzamos la frontera con Austria. En menos de media hora estábamos en Bregenz, la preciosa ciudad que cada verano desde 1946, acoge a más de 12.000 espectadores que asisten a disfrutar de su festival de ópera sobre el lago. ¡Debe ser impresionante! Con la cámara sin batería y el móvil al límite, atesoramos algunos recuerdos lejanos en nuestra memoria, nos comimos una pizza en la terraza de Isola Bella y cogimos coche hasta nuestro hotel. Al final solo hicimos el check de haber estado allí, pero veo fotos de Bregenz en Internet que me hacen querer volver y dedicarle más tiempo.


Bregenz


Bregenz

Esa noche dormiríamos en Suiza, en el Holiday Inn Schindellegi (con puntos, ¿recuerdan?) a casi 2 horas de Bregenz. Ufff. El trayecto se nos hizo eterno. De hecho, perdimos la salida, tuvimos que coger un retorno mucho más adelante y recuerdo que llegamos súper tarde y cansados. El hotel era moderno, más caro que el de Singen y no incluía desayuno. ¡Bienvenidos de nuevo a Suiza!

Día 3. Al encuentro del Matterhorn, Monte Cervino o la montaña perfecta del Toblerone para que nos entendamos

Nos despertamos temprano, hicimos check-out y paramos en Zug para desayunar. Descubrimos un Café llamado Intermezzo "en medio de la ciudad, en medio de la vida". Es un proyecto social que incorpora personas con necesidades especiales, con mucho entusiasmo y energía, que son entrenados por staff profesional en hostelería. Fue un bonito gesto.


Zug


Zug
Desayuno en Intermezzo, Zug

De allí cogimos coche hasta Lucerna. Aunque ya había estado en marzo con "Mar La Exploradora" me apetecía que Emil conociera esta preciosa ciudad donde el tiempo parece haberse detenido, con su colorida Altstadt, su puente de madera que alguna vez ardió en llamas, su león caído y también quería saludar a Miguel, ya que no lo veía desde que nos graduamos en la Universidad en el 2007.


Lucerna

Lucerna

Lucerna

Lucerna


"Ahora es el nuevo después", ¿te acuerdas Moni?

Fue agradable terminar el paseo contemplando el Monte Pilatus, allí tan misterioso con sus leyendas e impresionante belleza con la mejor compañía: Miguel y la encantadora Emma. Dos años después se echaron al agua.


Cerves con Miguel y Emma en Lucerna

Continuamos nuestro recorrido de unas tres horas y media por una carretera idílica entre montañas verdes y lagos azules hasta Täsch, donde dejaríamos el coche y cogeríamos un tren con dirección a Zermatt. Un pueblo alpino de cuento, con sus chalets de maderita, sus balcones con flores alegres y coloridas, sus tiendas de lujo, su aire puro y como principal protagonista, el mítico y apetecible Matterhorn, la montaña más fotografiada del mundo o como diría Javier Zori del Amo, "el George Clooney de las montañas".

Se aprecia más o menos cómo era la carretera
De camino a Zermatt

De camino a Zermatt

Alguna parada en una represa que no logramos recordar, de camino a Zermatt

Zermatt

Noche de cerves, fondue y vino. Cenamos en Café Du Pont, un restaurancito acogedor y familiar, con las típicas sillas de madera clara, corazones colgantes y ese olor a queso fundido. Veo las fotos en su Web y se me hace agua la boca. Típico comentario de Rainelly en mi post en IG "se activó el perro de Pavlov.... quiero!!!".


Zermatt
Zermatt

Cena en Café Dupont, Zermatt


Cena en Café Dupont, Zermatt. ¡Al fin, fondue!

Para cerrar este capítulo, me gustaría mencionar que El Cervino se ha vestido de luces y colores para brindar un mensaje de esperanza y solidaridad al mundo en estos días de pandemia. Me ha encantado leer esta noticia.

Día 4. Emil, la naturaleza y yo. Una ruta de senderismo apta para principiantes

Este año Emil y yo cumpliremos 10 años juntos. ¡Increíble! Hace 10 años escuché una leyenda urbana que decía que Emil tenía cuadritos en el abdomen, nunca lo comprobé... la realidad es que lo que nos ha faltado como pareja en todos estos años ha sido entrenar juntos. Recuerdo que una vez nos apuntamos al Gold's Gym en Caracas (ese el que quedaba en La California) y perdimos el dinero. En fin. 


Desayuno en nuestro hotelito en Zermatt

Lo que me trae hasta aquí, es que sin ningún tipo de entrenamiento en las semanas anteriores, nos levantamos muy temprano y tomamos el "tren cremallera más alto de Europa al aire libre" atravesando "un precioso bosque de alerce y pino piñonero suizo" hasta la estación Gornergrat. Allí comenzaríamos nuestra primera ruta de senderismo juntos: la imprescindible Ruta de los Cinco Lagos. Tomamos la primera foto ya arriba a las 8 am y la última en el funicular de bajada casi a las 3 pm, unas siete horas de senderos, praderas, vaquitas, ovejas, reflejos del Cervino en el agua, lagos con personalidad propia, descansos para recuperar el aliento... Fue un día precioso. Veo las fotos y se me dibuja una gran sonrisa.

La estación Gornergrat

Reflejos en el agua
Riffelsee, el primer lago que encontramos

Riffelsee
Después de unos cuantos intentos, la foto con el Toblerone

"Queridas vaquitas, ¿nos dejan pasar?"

Grindjisee

Ruta de los cinco lagos
Un descanso con vistas al Matterhorn

Ruta de los cinco lagos

Ruta de los cinco lagos

¿Ven la cremallera? Ese acople mecánico que facilita la adherencia entre rueda y carril

Vaquitas de postal

El agua estaba fría... Grünsee

Ya se aclimató... Grünsee

¿Hacemos un descanso?

Al fondo, yo... ¿quién cree que llevaba ventaja en la ruta? Solo digo que Emil tomó la foto...

Stellisee, uno de los cinco lagos

"Caminante no hay camino, se hace el camino al andar"

¿Cuánto falta? Típico que preguntabas a otros excursionistas... ¿falta mucho para el próximo lago?

Se vino a la ruta de los cinco lagos con nosotros
Ruta de los cinco lagos
¡Lo logramos!

Al bajar, nos comimos una tartaleta en la pastelería Fuchs y emprendimos el regreso en tren hasta Täsch. Nos esperaba un entretenido trayecto de un par de horas en coche hasta nuestro próximo destino: Chamonix "la mítica".


Tartaleta bien merecida en Pastelería Fuchs, Zermatt
En Zermatt solo permiten que coches eléctricos y a caballo circulen por el pueblo

Habíamos reservado en un hotelito modesto con cabañas de madera en Argentière, un pueblo situado a tan solo 8 Km de Chamonix. Esa noche cenamos muy rico en La P'tite Verte, una brasserie muy acogedora, con atención cercana y comida exquisita. Justo lo que necesitábamos antes de ir a dormir.


Sopa de cebolla en La P'tite Verte

Tartiflette, comida alpina típica francesa en La P'tite Verte


¿Profiteroles?, La P'tite Verte

Día 5. ¿Subimos a la cima del cielo para ver al ineludible Mont Blanc?

Con sus 4.810 metros de altura, el Mont Blanc es el punto más alto de Europa. Recuerdo que Emil y yo hicimos la comparación con nuestro Pico Bolívar en Mérida, situado a 4.978 metros sobre el nivel del mar, la cumbre más alta de Venezuela. Y es que en nuestro país, tan rico, tan tropical, con las mejores playas, la caída de agua más alta del mundo, tepuyes milenarios, desiertos, también existían glaciares. Glaciares que no conocimos. Por cierto, qué interesante este artículo de Helena Carpio "El último glaciar de Venezuela".


Desayuno muy "francés" en nuestro hotelito en Argentière

De vuelta al romántico Mont Blanc, subimos en teleférico hasta el mirador de Aiguille du Midi, disfrutamos del solecito y la nieve, tomamos muchas fotos de vértigo y decidimos bajar para sacar provecho al día. Nos hicimos un par de bocadillos con lo que compramos en un supermercado de la zona y aunque teníamos muchas ganas de hacer otra ruta de senderismo para enamorarnos otra vez en el Lac Blanc, apostamos por el glaciar Mer de Glace ya que era una experiencia menos familiar para nosotros. 

Aiguille du Midi

Subiendo en teleférico

Vistas impresionantes desde el mirador de Aiguille du Midi

"El balcón", Chamonix
El mismo balconcito visto desde afuera

Vistas impresionantes desde el mirador de Aiguille du Midi

A 3842 m de altura

¿Una fotico juntos con el Mont Blanc de fondo?

Un par de aventureros en Chamonix

Tras un ascenso de 20 minutos en un trenecito cremallera rojo de cuento, llegamos a lo que alguna vez fue un gran glaciar. Nos impresionó, sí. Pero quienes lo han visitado años atrás describen con añoranza cómo este gran "mar de hielo" ha ido desapareciendo con el calentamiento global y la enorme presión turística de esta zona. Preocupante, sí. Y uno de los puntos que más nos llama a la reflexión en estos días de pandemia donde el planeta simplemente nos ha pedido parar.

Glaciar de Mer de Glace

Entrada al glaciar de Mer de Glace

Imaginen el deshielo

Cota del glaciar en 1990

Trenecito cremallera a Mer de Glace

Parapentes en Chamonix

Chamonix
Tartaleta de blueberries en Pâtisserie Richard Chamonix

¿Recuerdan aquel hotel que Emil había reservado para mi cumple y que fue el origen de este viaje? Pues, era el momento de volver a Suiza. Nuestra bonita habitación con vistas al Lago Lemán nos esperaba en Montreux, a una hora y media en coche de Chamonix.

También nos esperaban noticias devastadoras que llegaban desde España. Mientras hacíamos check-in en nuestro hotel, se transmitían imágenes en directo en todas las teles de la recepción informando sobre un terrible atentado terrorista. Una furgoneta había atropellado a cientos de transeúntes en La Rambla en Barcelona, dejando 13 muertos. Increíble.

Con el cuerpo frío, dejamos las cosas en la habitación y nos fuimos a despejar la mente dando un paseo a orillas del lago, saludamos a Freddy Mercury quien se refugió en Montreux buscando "paz en el alma", vimos el Castillo de Chillón a lo lejos y olvidamos que en Suiza se cena temprano. Fue difícil encontrar un sitio abierto y francamente, escogimos el peor. Emil pidió un Steak tartar, quizás el último que se ha comido desde entonces y yo una hamburguesa. No nos gustó nada, ¿la guinda del pastel? Fue la comida más cara de todo el viaje. Decepcionante.


Montreux, simplemente Montreux

Me encantan estas esculturas en Montreux

Un abrazo al atardecer en Montreux

Freddy Mercury encontró paz para su alma en Montreux

Castillo de Chillón a lo lejos, aunque no lo vimos por dentro

Castillo de Chillón con los alpes de fondo
Castillo de Chillón

Emil y sus fotos artísticas Parte 1/2, Castillo de Chillón

Emil y sus fotos artísticas Parte 2/2, Castillo de Chillón

Montreux de noche
Steak tartar en Montreux

Hamburguesa en Montreux

Día 6. Charles Chaplin, "The Fork", Raclette en Gruyères y una tormenta despiadada que duró 5 minutos

Nuestro hotel no incluía desayuno, así que compramos pan, jamón y queso en el supermercado y disfrutamos un bocadillo "casero" con vistas al Lago Lemán antes de conducir a Vevey, a tan solo 15 minutos de Montreux. Simple pero memorable.


Fabulosas vistas desde nuestro hotel en Montreux

Charles Chaplin, el famoso actor del cine mudo, vivió sus últimos días en Vevey, una de las "perlas de la Riviera de Suiza". Pero es que esta ciudad, además de ser preciosa, acoge a la sede principal de Nestlé y al famoso tenedor metálico de 8 metros de altura que forma parte del Alimentarium, un interesante museo gastronómico.


Emil conociendo a Chaplin

The Fork
The Fork en Vevey, muy convenientes las sillitas entre las rocas
Vevey

Decidimos alquilar otro bote parecido al que tomamos en Zúrich y recuerdo que hasta Emil se echó un baño en las aguas refrescantes del Lago Lemán. Aunque me hubiese gustado pasear en bicicleta entre viñedos, echar la tarde frente al lago y enseñarle Lausana a Emil, no nos daba tiempo para más.
Cisne en el Lago Lemán

Emil tomando un baño en el Lago Lemán

Disfrutando del Lago Lemán
Algún viñedo cerca del Lago Lemán

Cogimos coche y en media hora estábamos en Gruyères, una de las estampas más bonitas de Suiza. Recuerdo que aparcamos en las afueras del pueblo, el parking estaba repleto. ¿Quién no quiere comer queso en Gruyères? Como dato curioso, hay un museo dedicado a Alien. Dimos una vuelta por el pueblo y tras un par de intentos, finalmente encontramos mesa en una terraza panorámica para disfrutar de una merecida Raclette.


En la vía a Gruyères
Gruyères

Vistas desde Gruyères

Museo de Alien, Gruyères
Museo de Alien, Gruyères

Gruyères

La "única calle" de Gruyères

Gruyères

Gruyères

Castillo de Gruyères

Gruyères
Raclette en Gruyères Traditions

Raclette en Gruyères Traditions

Seguidamente, emprendimos nuestro trayecto de más de dos horas en coche hasta "la Venecia de los Alpes". Annecy, un encantador pueblito alpino con sus casas de colores pasteles, sus canales, el lago con las aguas más limpias del mundo y sus callejas adoquinadas.

Otra de las anécdotas curiosas de este viaje fue precisamente en Évian, el pueblo del agua mineral. No sabemos cómo explicarlo. En cuestión de minutos vimos llegar una inquietante tormenta sobre nosotros. El coche de adelante se detuvo, el de atrás también. Nos quedamos allí, bajo el techo de los árboles deshojados que no paraban de agitarse de un lado al otro al compás del viento furioso que daba pequeños golpes a nuestro coche mientras pensábamos "¿por qué rayos no contratamos el seguro que nos ofrecieron en Sixt cuando alquilamos el coche?" (aunque Emil más bien pensaba que si una de esas frondosas ramas caía sobre nuestro parabrisas, no sobreviviríamos para contarlo). Fueron como 5 minutos, o más, no lo sé. Yo estuve rezando y de repente, los coches empezaron a moverse y seguimos adelante como si nada hubiese pasado.

De hecho, nos paramos a pasar el susto con un café y una tartaleta sin crema. Tal cual, galleta y fruta. No era lo que esperábamos, pero nos vino bien para volver a la normalidad.

Finalmente llegamos a Annecy, aparcamos, nos instalamos en nuestra habitación y comenzó a caer un palo de agua. A la mañana siguiente, saldría nuevamente el sol.

Día 7. Annecy en su esplendor y llegada a Ginebra

Suspiro. Annecy, qué bonitos recuerdos. La mañana estaba preciosa, el sol bañaba sus canales y daba más vida a los colores de las flores que nos susurraban "bon jour" desde cada macetero. 

Desayunamos en La Tarterie, una cafetería muy coqueta cerca de la estación de trenes. Cada vez que visitamos lugares como este, como la Galia en Caracas, o La Bella Julieta en Málaga, nos dan ganas de emprender y montar nuestra propia "tarterie" para ofrecer brunchs divertidos, postres deliciosos, meriendas creativas. Por ahora, seguiremos soñando.


Desayuno en La Tarterie, Annecy

De allí, nos fuimos a recorrer el casco antiguo, entramos a la Iglesia de Notre Dame de Liesse, nos perdimos entre canales serpenteados, pasadizos secretos y rincones medievales con encanto, fotografiamos al Palacio de la Isla, visitamos la catedral de Saint-Pierre de Annecy, caminamos a orillas de su precioso lago de origen glaciar (el segundo más grande de Francia), fuimos a "la playa", Emil se echó un chapuzón, nos dimos un beso en el Pont des Amours y caminamos plácidamente en sus jardines hasta que nos encontramos con Les Haras d'Annecy, una villa cultural con un gran jardín y un mercado con productos de Saboya donde aprovechamos para disfrutar de un par de copas de vino blanco al solecito, comernos una hamburguesa que creo que era vegetariana, una ensalada muy fresquita y un apple crumble. Todo estaba rico, orgánico, de Km 0. De camino al coche nos pilló de paso Le Barista Café y recargamos las pilas con un chute de cafeína/teína antes de agarrar camino hacia nuestra última parada del viaje: Ginebra.


Iglesia de Notre Dame, Annecy

Iglesia de Notre Dame, Annecy

Catedral de Annecy

Catedral de Annecy

Palais de I'Isle, Annecy

Annecy

Annecy

Callejas de Annecy
Annecy

Canales en Annecy

Preciosa Annecy

Annecy


Annecy

Annecy
Puente de los amores, si te dan un beso en este lugar, será amor para toda la vida


Annecy
Emil y los piragüeros en el Lago de Annecy


Annecy

Les Haras d' Annecy

Hamburguesa vegetariana en Les Haras d' Annecy

Apple crumble y vino de Saboya en Les Haras d' Annecy

Ensalada fresquita en Les Haras d'Annecy

Le Barista Café

Ya sobre las 6 pm estábamos en Ginebra, aún con sol. ¡Qué maravilloso es el verano y sus días interminables! Dejamos la maleta en nuestro hotel, el señorial, elegante y diplomático Hotel Intercontinental de Ginebra. Esa noche consumimos todos los puntos que nos quedaban, fue el hotel más caro del viaje y la ubicación no era tan céntrica.

Dimos una vuelta por el centro, vimos el reloj floral, atravesamos el Puente Mont Blanc, devolvimos el coche en el aeropuerto (quizás por ahorrarnos el parking en un hotel 5 estrellas, un día más de alquiler... ahora no recordamos por qué lo hicimos así) y volvimos al centro. Terminamos cenando en un McDonalds (sí, el McDonalds que comenté al inicio del post) y nos dimos un paseo de unos 30 minutos de regreso a nuestro hotel ya bien entrada la noche.

Lago Ginebra

Reloj floral de Ginebra, me recordó al de Viña del Mar en Chile
Un poco cansados, pero lo volveríamos a hacer

McDonalds en Ginebra
Ginebra de noche

Día 8. Ginebra en su esplendor y la vuelta a casa

Como yo había visto algo de Ginebra cuando viajé con "Mar La Exploradora" en marzo, ya me conocía lo imprescindible para aprovechar la mañana. 

Ya que nuestro lujoso hotel no incluía desayuno (aunque la carta de brunch se veía de muerte lenta), nos fuimos caminando hasta Boulangerie Eric Emery a unos 8 minutos de nuestro hotel. De allí, pasamos por la ITU, Unión Internacional de Telecomunicaciones (sí, siendo Telecos era un imprescindible), también vimos la sede de las Naciones Unidas con sus banderas, la segunda más grande después de la de Nueva York y nos tomamos la foto con la gigantesca "Silla Rota" que recuerda a las víctimas de las minas antipersonas.


Desayuno en Boulangerie Eric Emery, Ginebra

Emil en la ITU


Emil contento en la ITU

La Silla Rota

Sede de las Naciones Unidas, la segunda más grande después de NY

Y así fue... como Emil atravesó los chorritos

Y se refrescó en un día de agosto en Ginebra

Ginebra

Girasoles en Ginebra

Ginebra

Una de mis fotos favoritas del viaje, su sonrisa siempre tan natural
Luego fuimos a la Catedral de Saint-Pierre, subimos a las Torres y alucinamos (yo por segunda vez) con las vistas. Al salir, caminamos hasta la parada de los barquitos del transporte público, tomamos un Mouette para atravesar el lago y, finalmente, nos despedimos de la ciudad disfrutando de un Gin tonic y una Caipirinha en un "chiringuito" en Les Pâquis, un playa urbana en el corazón de Ginebra.

Vistas desde la Catedral de Ginebra, tras subir los 157 escalones

Vistas desde la Catedral de Ginebra
Desde la Catedral de Ginebra

Vistas desde la Catedral de Ginebra
Par de cócteles en Les Pâquis
El Jet d´eau (chorro de agua) nos quedó en el tintero, estuvo apagado por mantenimiento. Del itinerario original, también nos faltó visitar la famosa Abadía de San Galo, pasar por Interlaken, ver los osos en Berna y enamorarnos de Yvoire. Aquí les dejo el mapa.

Lo que no sabíamos es que Jorge y Veronique se mudarían a Ginebra un tiempo después. Así que ahora nos sobran razones para volver.

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2 comentarios

  1. sin duda fue un viaje fabuloso y completísimo, que hasta a la misma "Mar la exploradora" le ha mostrado rincones que no conocía ;)

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    1. ¡Gracias por leerlo Mar! :-) Eso sí que es un halago. ¡A por más viajes y rincones desconocidos!

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