Entre Sigüenza y Albarracín, un fin de semana Michelin

By Angelica - 31 mayo

Hace unas semanas vimos en Netflix "Un viaje de 10 metros". Aunque la había visto con mi madre tras su estreno en aquel lejano 2014 en el Trasnocho Cultural en Caracas (o, como dicen mi mamá y Davicito, "el cine de los viejitos"...), Emil no la había visto y me apetecía una comedia ligera para finalizar el día. ¿Qué mejor que amor, drama y comida para desconectar después de un largo día de trabajo -desde casa-?

Así que tras ver esa divertida peli, decidí compartir con ustedes esta interesante ruta gastronómica. Un viaje de 2.445 Km con escala en Napolés y una tres horitas más a la preciosa Matera, una "ciudad redescubierta" con sus "Sassi", iglesias rupestres, su trigo duro y esas vistas escénicas que han servido para el rodaje de películas como "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson.

Pero... ¿quién imaginaría que Italia, nuestra preciosa Italia, sería el epicentro del Covid-19 en pleno marzo de 2020? Pues, Emil jamás lo imaginó en noviembre, cuando compró billetes de avión Madrid - Napolés - Madrid y reservó en un hotel precioso enclavado en una gruta en Matera para celebrar mi 34 cumpleaños.

Como probablemente imaginas, decidimos cancelar nuestro viaje, aunque aún no se había decretado el estado de alarma en España y los contagios en el Sur de Italia no parecían ser excesivos. ¿Plan B? Viaje a menos de 300 Km en coche, comida exquisita, vistas inmejorables... ¿Sería nuestra oportunidad para conocer algunos de los pueblos más bonitos de España? Pues sí.

Tras finalizar nuestra jornada ese viernes por la tarde, cogimos coche a Sigüenza, un pueblo de cuento a solo una hora y media de Madrid. Lo escogimos para pasar la noche por dos razones: 1) Nos quedaba a mitad de camino entre Madrid y Albarracín y 2) Esta pequeña villa medieval es la cuna gastronómica de Guadalajara con sus dos estrellas Michelin.

Catedral de Sigüenza


Plaza Mayor de Sigüenza

Catedral de Sigüenza

Sigüenza


Solo pasaríamos una noche en Sigüenza y tuvimos que escoger entre El Molino de Alcuneza y El Doncel. Difícil elección. Tras echar un vistazo a ambas cartas y sabiendo que El Doncel quedaba a escasos pasos de nuestro alojamiento rural en Sigüenza (mientras que para llegar a El Molino había que coger coche), reservamos en El Doncel.

Sería nuestra primera Estrella Michelin. Quienes me conocen o siguen mi cuenta en Instagram, saben que nos encanta comer (hace unos días Pedro Llamas me preguntó si lo único que hago es comer... últimamente también cocino...). Sin embargo, Emil y yo no somos de Estrellas Michelin. ¿Por qué? Porque este tipo de experiencias suelen ser muuuuy costosas y por lo general, preferimos viajar y comer en sitios auténticos, a veces caseros y más accesibles. Como era el finde de mi cumple, finalmente no viajamos a Italia (por tanto, ahorraríamos en alquiler de coche, avión, etc) y el menú de degustación era relativamente económico comparado con muchos restaurantes de moda (sin estrella) en Madrid, ¿por qué no darnos un homenaje?

Y, definitivamente fue un gran... GRAN acierto. "Una cocina honesta, que juega con los sentidos y sorprende al paladar", tras los fogones Enrique y en la bodega, Eduardo Pérez. Dos hermanos que decidieron tomar las riendas del negocio familiar hace casi 20 años para crear una "cocina diferente, especial y sobre todo, nuestra".

El Doncel de Sigüenza cuenta con dos soles Repsol y una Estrella Michelin. Tienen carta y menú de degustación. Nosotros nos decantamos por el "paseo gastronómico" confeccionado por Enrique con una sublime fineza. 14 aperitivos y snacks "de un solo bocado", 5 platos, un "pre-postre", sus texturas de queso y la tabla de postres caseros y golosinas en maridaje con un Finca Río Negro, un tinto suave de Cogolludo que nos recomendó Eduardo. Y es que cuando se utilizan productos locales de altísima calidad, se miman con tantísimo cariño y se cuidan los detalles, el resultado es inmejorable.

Aperitivos y snacks de un bocado, El Doncel


Aperitivos y snacks de un bocado, El Doncel

Lo que más me gustó quizás fue la humildad de Enrique, saludó a cada uno de sus comensales con una sonrisa tan sincera que transmitía calma y a la vez, pasión por lo que hace. Recuerdo que nos dijo que tras unos cuantos años fuera de su pueblo, volvió a Sigüenza "para vivir feliz y tranquilo". Además, al terminar de cenar, nos entregaron una copia del menú con la firma autógrafa de Enrique. ¡Qué detallazo!

Menú de degustación firmado en El Doncel


Mi plato favorito fue la yema del corral trufada y el de Emil, la albóndiga de corzo en salsa de trufa y pistacho de Toledo. Todo estuvo excepcional, relación calidad-precio inmejorable, la atención en sala impecable y la ubicación fantástica, a tres minutos andando de la Catedral. ¡Qué ganas de volver! 


Yema de corral trufada, El Doncel

Alcachofa, hummus de lenteja pardina ecológica y butifarra, El Doncel

Lomo de bacalao, guiso de callos y pil-pil de piparra

Albóndiga de corzo en salsa de trufa y pistacho de Toledo, El Doncel


Tocinillo del cielo, pasión y helado de wasabi, El Doncel

Texturas de quesos del entorno, El Doncel

Tabla de dulces caseros y golosinas, El Doncel



Sábado. La mañana siguiente, desayunamos en nuestro hotelito. Todo muy rico y casero, la única pega... el zumo de naranja de bote. Era la crítica común en Booking y creo que marcaría la diferencia. ¿Es más difícil exprimir un par de naranjas que hacer un café con leche? 

Desayuno en Los Cuatro Caños, Sigüenza

Desayuno en Los Cuatro Caños, Sigüenza

Hicimos check-out y brujuleamos por las callejas con encanto de Sigüenza. Nuestra primera parada fue la Catedral de Santa María de Sigüenza con su gran rosetón, la Torre del Gallo y la emblemática estatua de “El Doncel de Sigüenza”, con su expresión idealizada, juvenil, realista y natural. La visita guiada cuesta 6€, incluye audioguía -por cierto, los dos chicos de la Catedral súper majos-. También contemplamos "La Anunciación" de El Greco, "una de las más exquisitas y espirituales versiones de augusto Misterio, que el Greco pintó en dieciséis ocasiones".

El Doncel de Sigüenza

El Doncel de Sigüenza

Catedral de Sigüenza

Catedral de Sigüenza

Catedral de Sigüenza

Catedral de Sigüenza

La Asunción de El Greco

La Asunción de El Greco


Pasamos por Plaza Mayor, vimos alcachofas verdecitas en el mercado, conversamos con una encantadora abuelita que regañó a Emil por "encaramarse" en un muro al borde del río para tomar una foto, vimos fachadas y ruinas, caminamos hasta El Parador con su halo de misterio y aunque no escuchamos los llantos del fantasma de Doña Blanca, vimos desde afuera el Patio de Armas, volvimos a por el coche y cogimos carretera hasta la segunda "Estrella" de nuestra ruta Michelin: Hospedería El Batán, "una estrella Michelin en un pueblo de 68 habitantes".

Plaza Mayor de día, Sigüenza

Alcachofas en el mercado, Sigüenza

Sigüenza

Plaza Mayor de Sigüenza

Brujuleando en Sigüenza

Sigüenza

Sigüenza


Una casa rústica con grandes ventanales enclavada en medio del campo, más grande que El Doncel e increíblemente repleta de gente. La sensación fue distinta.

María José Meda, "propone una cocina actual de sabores concentrados que, desde la coherencia y en base a los productos de proximidad, busca renovarse". Optamos por el menú de degustación con 17 pases y el maridaje con 4 tipos de vino. El menú se divide en 9 secciones: repostería salada, frutas y mar, huerto, bosque y montaña, mar y río, campo, de la leche, tejado y postre.

Los platos que más nos gustaron fueron: el cucurucho de salmorejo, el cardo y trufa, la yema líquida y el wagyu mudejar a la llama. Hubo platos ingratos como la anemona con esa textura gelatinosa y sabor a mar profundo o la seta amanita ponderosa con una "extraña" esencia líquida de jamón. El jamón es para masticarlo, no para tomarlo en un sorbo transparente, ¿no? Quizás no somos tan sibaritas.

Bao de pollo del corral al chilindrón, El Batán

Helado de salmorejo y quinoa, El Batán

Atún Blue Finn, pera invierno, wasabi suave, El Batán

Cardo y trufa del invierno, El Batán

Crema-fondue de trufa, boletus y parmesano, El Batán

Lomo de ciervo, puré trufado y encurtidos, El Batán

Gallineta y legumbres de cuaresma, El Batán

Anemona, flor de alcachofa y más... El Batán

De la leche, tejado y postre, El Batán

La atención no fue tan cercana. No sé, quizás viniendo de El Doncel teníamos el listón muy alto. Y si a algunos platos raros le sumas unas cuantas (muchas) copas de vinos diferentes, digamos que los efectos colaterales no tardaron en aparecer. Vienen a mi cabeza recuerdos de la comida de Navidad con mis amigos del EMBA en Málaga... Prefiero omitir los detalles. "Mañana" será otro día.

Domingo. Despertamos con vistas a la muralla en medio del campo en Albarracín, uno de los pueblos más bonitos de España. Reservamos en Casa Cauma, un hotelito familiar, moderno y acogedor a menos de 10 min andando del casco histórico de este precioso pueblo con tan solo 1.000 habitantes.

Vistas desde nuestra habitación en Casa Cauma

En Casa Cauma, Albarracín

Diana, su propietaria, es una joven encantadora y entrañable, madre de un peque precioso, siempre sonriente y serena a la vez, nos esperaba muy temprano con el desayuno servido. Madalenas caseras, bizcocho, tostadas, quesos, embutidos y... ¡¡zumo de naranja natural!! De hecho, comentamos con ella la anécdota de nuestro alojamiento en Sigüenza y coincidimos en que son esos pequeños detalles los que hacen la diferencia. 

Diana nos recomendó la visita guiada por el centro histórico con la gente de "El Andador" y "El Portal", un restaurancito familiar, sin pretensiones, "soles" ni "estrellas" para comer rico después de andurrear por las silenciosas calles centenarias de Albarracín.

Ternasco de Aragón asado en horno de leña, El Portal

Cochinillo cocido a fuego muy lento, El Portal

Bizcocho de chocolate, El Portal

Nos dio tiempo para subir a la muralla y contemplar las vistas más bonitas de Albarracín con su catedral, su vistosa cúpula, sus torres, techos rojos y su peculiar orografía "sobre una curva del río Guadalaviar". 

Muralla de Albarracín

Vistas de Albarracín

Vistas de Albarracín

Algunos más arriesgados que subieron un poquito más

Vistas desde la Muralla de Albarracín

Muralla de Albarracín

Albarracín

Descubrimos rincones secretos, tomamos fotos, hicimos la visita "a pie" (¡súper recomendada!), probamos el delicioso ternasco de Aragón asado en horno de leña, un cochinillo cocido a fuego muuuy lento con una ligera capa crujiente y tostada que resguardaba ese centro jugoso y suave, un esponjoso bizcocho casero de chocolate calientito que no pretendía ser un brownie o un coulant y terminamos nuestra experiencia con una bonita caminata de casi una hora por el paseo fluvial de Albarracín. Naturaleza, serenidad, aire fresco, justo lo que necesitábamos después de comer.


Albarracín

Albarracín


Albarracín

Albarracín

Rincones insospechados en Albarracín


Albarracín


Mirador de Albarracín

Albarracín

Albarracín

Fachadas de Albarracín


Albarracín

Casa típica, da miedito...

Interesantes ventanas para cotillar de adentro hacia afuera

Casa de la Julianeta, emblema de Albarracín

Comprando galletitas en la panadería del pueblo

Último día con 33, Albarracín

La casa "azul", Albarracín

Paseo fluvial, Albarracín

Paseo fluvial, Albarracín

Paseo fluvial, Albarracín


Paseo fluvial, Albarracín

Paseo fluvial, Albarracín

Paseo fluvial, Albarracín

Paseo fluvial, Albarracín

Vistas desde el Paseo fluvial, Albarracín

Vistas desde el Paseo fluvial, Albarracín


De allí nos fuimos a descansar a nuestro hotelito y ya casi al caer la noche, cogimos coche hasta Teruel, una ciudad insospechada que se empeña en existir aunque es parte de la llamada "España vacía" por su despoblación.

Llegamos en casi 35 minutos, aparcamos y nos encontramos con su interesante escalinata de estilo mudéjar. Después de subir unos cuantos escalones, caminamos buscando la Plaza del Torico (literalmente, un toro pequeñito) con sus terrazas y buena vibra, vimos la Catedral por fuera (aunque estaba en obras) y también la imponente Torre del Salvador que nos pareció muy bonita. 

Catedral de Teruel

Torre del Salvador, Teruel

Aunque nuestro plan era saltarnos la cena (aún estábamos un poco llenos después del "atracón" del mediodía), entramos en un bar a tomarnos un té y vimos folletos de las "VII jornadas gastronómicas de la Trufa Negra de Teruel" así que decidimos pedir el pulpo trufado. Muy rico y la atención excelente.

Pulpo trufado, Portal de Guadalaviar

Coche de vuelta a Albarracín y a dormir.

Lunes. Mi cumple. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Desayunamos con calma en Casa Cauma, cogimos coche de vuelta a Madrid y el GPS nos sugirió una vía serpenteada, atravesando la montaña. Quizás no fue la opción más rápida, pero al menos estuvo entretenida. Hicimos solo un pequeño descanso, aunque me hubiese gustado detenerme en Cuenca y descubrir las casas colgantes. Además, Rober me había recomendado un bar de tapas que me apetecía un montón visitar, pero preferimos seguir del tirón.

Desayuno de cumpleaños en Casa Cauma

Parada breve en algún lugar de Cuenca... me quedó chula la foto, ¿no?

Ya en Madrid, paramos en Morata de Tajuña para comprar las mejores palmeritas de chocolate que hemos probado, gorditas y melosas (una vez más... Alberto, ¡has creado un monstruo!) para llevar a la oficina el día siguiente. 

Foto de traveler.es


Retomamos camino y en menos de una hora estábamos en casa.

Lo que no imaginamos es que Madrid era un caos, habían suspendido el cole de los niños y la situación no pintaba bien con la propagación del Covid-19.

Sin ganas de cocinar y muy cansados, decidimos ir a comer a Nakama y un poco más tarde fuimos al Carrefour a hacer la compra y a dejar la poca energía que nos quedaba en la cola del súper más larga que hemos hecho en casi cinco años viviendo en España. Fue agobiante ver tanta gente junta, estantes vacíos, se respiraba angustia. Quizás imaginé que el 9 de marzo acabaría en pijamas soplando velitas con una tartaleta de Motteau en nuestra casa y hablando por vídeo llamada con mis padres, mis hermanos y mi abue.

Algo estaba a punto de cambiar y definitivamente cambió.

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