Tras unos cuantos meses de espera, finalmente llegó el día. Era nueve de marzo y cumplía 31 años. Aunque Emil había imaginado que soplaría las velitas a los pies del épico Mont Blanc, nuestros planes dieron un giro inesperado y como "lo mejor es lo que pasa", emprendí una aventura que duró casi cuatro días con Mar, la mejor compañera de viaje para descubrir Suiza.
Mar vivió nueve meses en Lausana, habla francés, es una aventurera incansable, con su alma libre y viajera ha dejado huellas en todas las personas que ha conocido alrededor del mundo y jamás te aburrirás a su lado con sus divertidas anécdotas. Y es que cuando viajas, te conviertes en una persona más interesante. Así que compartimos ese entusiasmo por descubrir nuevos destinos.
Nuestra anfitriona sería Jessica, una muy buena amiga de Mar, una encantadora chica de Castellón de la Plana que también escogió Lausana para su Erasmus. Nos recibió en su piso, acogedor y súper bien situado con vistas a la Catedral de Lausana, al lago Lemán y a las lucecitas lejanas de Évian-les-Bains. Sin duda, haberla conocido ha sido una de las mejores vivencias del viaje.
Llegamos a Ginebra con bocata en mano. Suiza no es España, así que estábamos preparadas para enfrentar una larga tarde en la cuarta ciudad más cara del mundo para vivir en 2016, según la Encuesta del Costo de Vida Mundial 2016 del Intelligence Unit de The Economist (entre muchos otros rankings).
Habíamos comprado nuestro One Country Pass de Interrail, para viajar cuatro días en tren dentro de un mes en Suiza y nos vino fantástico, ya que teníamos cubiertos casi todos los traslados (a excepción de algún autobús que tomamos). Creo que hicimos unos diez viajes en tren, a un promedio de 15€ por viaje. Una decisión inteligente.
Ginebra es una ciudad elegante, con sus callejuelas silenciosas que evocan bienestar, su casco antiguo, sus fachadas opacas, su Jet d'eau, sus paseos ribereños, sus lujosos relojes y su motor show internacional. Es también conocida como la capital de la paz y alberga el mayor número de organizaciones internacionales del mundo, tales como la Cruz Roja, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Nuestro itinerario comenzó en la Catedral de Saint-Pierre, una iglesia protestante cuya construcción tardó casi un siglo. Ofrece una privilegiada panorámica de la ciudad tras subir sus 157 escalones (x 2 si subes ambas torres). La entrada cuesta 5 CHF. Un imperdible de la ciudad.
Dejándonos llevar por la melodía de un cuerno alpino que sonaba a lo lejos, paseamos por la plaza más antigua de Ginebra, la Place du Bourg-de-Four y luego nos dirigimos al Horloge Fleurie, uno de los iconos de la ciudad. Este hermoso reloj floral está enclavado en el borde del Jardin Anclais, cambia su apariencia cuatro veces al año y se sincroniza a través de un satélite electrónico que ajusta la hora. No esperaba menos para la capital de los relojes.
Nos dimos un paseo de unos 10 minutos por la Bahía de La Rade hasta el Jet d'eau, un chorro de agua de 140 m de altura que lanza 500 litros de agua del lago por segundo a una velocidad de casi 200 km/h. Para nuestra sorpresa, estaba apagado. Vimos un cartel que decía que de finales de febrero a principios de mayo lo apagan con la puesta del sol de lunes a jueves. Así que nos perdimos el selfie con el chorro, aunque más tarde lo vimos nuevamente iluminado en la distancia.
Tras caminar casi una hora en sentido contrario, decidimos tomar un par de autobuses hasta la monumental escultura de Daniel Berset, la Broken Chair. Esta "silla rota" tiene una altura de 12 m y está construida con 5,5 toneladas de madera. Fue creada para denunciar el uso de las minas antipersona y bombas de racimo en los conflictos bélicos y aunque en principio se instaló hasta la firma del Tratado de Ottawa, se quiso mantener como un recordatorio de los civiles que sufren diariamente la pérdida de extremidades e incluso la vida por esta razón.
Vimos la sede de las Naciones Unidas, nos hicimos algunas fotos "frikis" en la UIT y regresamos en autobús a la estación de Cornavin, donde tomaríamos el tren a Lausana.
Juanfran y Jessica nos dieron la bienvenida en Lausana y tras dejar nuestro equipaje en la casa de Jessica y tomarnos una cerveza, fuimos andando al Pinte Besson, una taberna histórica fundada en 1780 donde disfruté de una magnífica velada de cumpleaños, con excelente compañía, una tradicional fondue Moitié-Moitié y un exquisito vino Clos Des Abbayes Grand Cru de los viñedos de Dezaley. Hasta me cantaron cumpleaños con velitas y patatas. ¿La cuenta? Unos 40 € por persona.
Viernes. Emprendimos nuestra travesía en tren a la hermosa ciudad de Lucerna. Su símbolo principal es el Kapellbrücke, el puente de madera más antiguo de Europa según Traveler. En algún artículo leí que nunca te cansarías de verlo y es que luce hermoso desde cualquier ángulo. Fue construido en 1333 y devastado parcialmente por un incendio en 1993. Se usaron los planos originales para su reconstrucción y las pinturas medievales en su techo relatan "la peste y la igualdad de todos ante la muerte". También visitamos la Iglesia Jesuita (Jesuitenkirche), "primer edificio sagrado de estilo barroco de toda Suiza".
Nos dejamos sorprender por la fuente del carnaval, las pintorescas fachadas de colores y por esa quintaesencia y misticismo que cautiva. Imperdible el paseo en cuesta hasta la Mussegmauer o antigua muralla, herencia medieval con sus nueve torres. Como dato de interés, sólo es posible visitar tres de estas torres y enamorarse de las impresionantes vistas de esta ciudad de ensueño de 8 am a 7 pm en verano.
Recargamos baterías con un par de wraps de Migros, una enorme cadena de supermercados muy popular en Suiza y continuamos nuestro camino para contemplar la agonía eterna del león caído (Löwendenkmal), esculpido en roca por el danés Bertel Thorvaldsen, que mide 6,80 m de alto por 10 m de ancho y representa el sufrimiento de los 700 guardias suizos masacrados en la insurrección de aquel 10 de agosto de 1792 en el Palacio de Las Tullerías. Conmovedor.
No podíamos irnos sin antes ver la Catedral de Lucerna. También conocida como Hofkirche (Iglesia de St. Leodegar), con sus dos torres campanario que se alzan hasta una altura de 69 metros, un claro ejemplo del renacimiento alemán. Luego nos dimos un paseo a orillas del río Reuss hasta la estación del tren y nos despedimos de esta ciudad de cuento para emprender nuestro camino hacia Berna, la capital de Suiza.
En Berna, me volví "majara" con los tranvías, contemplamos el Juicio Final en el portal de la Catedral (Münster) y nos quedamos con las ganas de subir los 344 escalones de su torre de 100 m de altura para develar la panorámica magnífica de Berna desde su mirador. La torre cierra sus puertas a las 15:30 h de lunes a viernes en invierno. También vimos la Torre del Reloj (Zytgloggeturm) donde en cada hora en punto los transeúntes se aglomeran para observar el "juego de figuras con el jaquemart dorado, el gallo y Cronos, el dios del tiempo".
Vimos la fachada de la casa donde Einstein vivió con su mujer Mileva desde el año 1903 hasta 1909 en plena calle Kramgasse, patrimonio mundial cultural de la UNESCO. También llaman la atención los accesos a los refugios subterráneos para protegerse de la guerra. Hoy, muchos son bares y tiendecillas.
Caminamos hasta el Parque de los Osos (BärenPark), hogar de Finn, Björk y su hija Ursina, a orillas del río Aar. Pero, jamás imaginamos que nuestra visita a Berna coincidiría con el sueño invernal de los osos, que prefieren hibernar en la intimidad de sus establos. Así que no pudimos verlos.
Regresando hacia la estación del tren, nos costó encontrar la peculiar fuente del "ogro comeniños" (Kindlifresserbrunnen) ubicada en Kornhausplatz (Granary Place). Una terrorífica escultura que data del siglo XVI con un significado incierto y algunas interpretaciones misteriosas.
Finalmente, hicimos una parada estratégica en un Denner, para comprar los únicos chocolates que con cada trozo evocan los mejores recuerdos de Mar en aquella lejana época universitaria. Continuamos hacia la estación y tomamos el tren de vuelta a Lausana. Quizás tengo que darle otra oportunidad a Berna en verano, para deslumbrarme con ese encanto medieval del que tanto se habla, visitar a esta simpática familia de osos, contemplar la colección más importante de las obras del artista Paul Klee, subir a la torre de la catedral y fotografiar el Halen Brücke.
Una vez en Lausana, salimos a dar una vuelta nocturna por la ciudad, vimos la Catedral, el Castillo, subimos y bajamos algunas cuestas y fuimos a cenar en la Brasserie du Châteu. Aunque siempre había asociado la palabra "Brasserie" a "pollo en brasas", en francés significa "cervecería". Todos los días se aprende algo nuevo. El sitio tiene un ambientillo especial, la camarera fue súper agradable, compartimos dos pizzas deliciosas y pedimos unas pintas de cervezas artesanas Blanche y Ginger, buenísimas. La cuenta fue cerca de 20 € por persona.
Sábado. El día para visitar los alpes suizos. Nos fuimos muy temprano a Interlaken, pero antes, pedimos tres Chai Latte en el Tekoe de la estación de trenes en Lausana, una franquicia de tés extendida en Suiza que para mi sorpresa también tiene una tienda en Madrid.
Dimos una vueltecilla por Interlaken Ost, vimos un par de iglesias y poco más. Este enclave "entre dos lagos" es el punto de partida de "más de 45 ferrocarriles de montaña, funiculares aéreos, así como telesillas y telesquíes" que mueven a la gente a "un área con 200 km de pistas y una densa red de senderos".
De allí tomamos otro tren hasta Grindelwald y desde ese punto, un autobús hasta la estación del funicular que nos llevaría hasta Männlichen con sus maravillosas vistas de los alpes berneses a 2330 m de altitud, bajo la sombra del Eiger, el Mönch y más allá, el emblemático Jungfrau. Un paseo para disfrutar de la nieve, el sol, una buena cerveza y una salchicha. El día estuvo increíble y mejor no entrar en detalles sobre el épico descenso que Jessica inmortalizó en un vídeo cuando Mar y yo casi rodamos al borde del precipicio (cualquiera diría que exagero, hay que ver el vídeo para creerlo jejeje).
Acá hago un paréntesis para agradecer a Alberto, por todas sus recomendaciones de viaje. Nos quedó pendiente ir a la garganta. Queda apuntado para un próximo viaje.
Al caer la tarde, tomamos el tren con dirección a Berna. Hicimos una parada en Spiez, un encantador pueblecillo situado a orillas del lago Thun. Ya la noche había caído y sus calles silenciosas y desoladas, nos invitaron a marcharnos luego de capturar algunas fotografías bajo la luna llena.
Continuamos nuestra travesía hasta Berna y de allí a Lausana. Cenamos en casa, unas deliciosas crepes preparadas por Jessica y tomamos el vino favorito de Mar, un frizzante de melocotón.
Domingo. El día de ir a Vevey, ver Lausana de día y volver a Málaga. ¡Cuántas cosas aún por hacer! Mar y yo comenzamos nuestra jornada con un par de Chai Lattes de Tekoe y unos panecillos en la estación de trenes de Lausana. En Málaga, por menos de 3 € desayunas un pitufo mixto de pavo y un zumo de naranja natural. En Lausana, desayuno para dos (pan y té) poco más de 15 €. Vaya diferencia, ¿no? Aunque siendo muy franca y con todo lo que me gusta la gastronomía española, la bollería, croissants y panecillos dulces que nos comimos en Suiza no son fáciles de encontrar por estos lados.
Tras un corto trayecto, llegamos a Vevey. Una ciudad preciosa donde el amplio lago Lemán, una sutil niebla, el imponente panorama alpino y el cielo gris profundo crean una composición perfecta. Conocida como una de las "perlas de la Riviera de Suiza", esta ciudad alberga la sede principal de Nestlé y tal vez su habitante más famoso ha sido Charlie Chaplin, quien vivió los últimos 25 años de su vida en Vevey. Tomamos la foto con el "tenedor" y me guardé para un próximo viaje pasear entre "palmeras y flores desde Vevey por Montreux hasta el castillo Chillon" y pedalear por "los viñedos soleados de Lavaux".
Una vez en Lausana, vimos el Museo Olímpico, caminamos por el barrio porteño Ouchy a orillas del Lago Lemán y tomamos el peculiar metro totalmente automático y controlado a distancia, que va cuesta arriba con una "pendiente máxima del 12%" y reproduce divertidos sonidos temáticos dependiendo de la estación.
Con la sensación de haber conducido el vagón, nos quedamos en la Place de la Riponne y fuimos a comer en The Great Escape, un legendario bar con una terraza muy chula, comida inmejorable y buen ambiente. Los domingos tienen brunch y algunos platos fuera de carta. Yo pedí la hamburguesa "Venoge" que me ancló con Shake Shack y su enorme "bola de queso" empanada que se derrite con el primer bocado. En este caso, tenía que ser 100% "qualité suisse" así que venía con queso Tomme, muy típico de la zona, impredecible y suave. ¿La cuenta? Cerca de 30 € por persona, pinta de cerveza + hamburguesa con patatas artesanas y una ración de ensalada deliciosa. Excelente relación calidad - precio.
Subimos las escaleras para ver la Catedral teñida por el sol y contemplar el horizonte de la ciudad a sus pies. Pasamos por la tradicional chocolatería Le Barbare con certificado de excelencia de TripAdvisor, aunque estaba cerrada por ser domingo; vimos el antiguo reloj Omega en Rue du Pont 23 (Mar tenía muchas ganas de que lo viera) y nos dimos un paseo cortito hasta el idílico Parc de Mon Repos y de allí a la estación de trenes.
Con un carrete interminable de fotografías, vídeos, historias y la ilusión de haber compartido con personas especiales en mi cumpleaños, me despedí de Suiza hasta una próxima travesía.
Llegando a Suiza |
Mar vivió nueve meses en Lausana, habla francés, es una aventurera incansable, con su alma libre y viajera ha dejado huellas en todas las personas que ha conocido alrededor del mundo y jamás te aburrirás a su lado con sus divertidas anécdotas. Y es que cuando viajas, te conviertes en una persona más interesante. Así que compartimos ese entusiasmo por descubrir nuevos destinos.
Nuestra anfitriona sería Jessica, una muy buena amiga de Mar, una encantadora chica de Castellón de la Plana que también escogió Lausana para su Erasmus. Nos recibió en su piso, acogedor y súper bien situado con vistas a la Catedral de Lausana, al lago Lemán y a las lucecitas lejanas de Évian-les-Bains. Sin duda, haberla conocido ha sido una de las mejores vivencias del viaje.
Llegamos a Ginebra con bocata en mano. Suiza no es España, así que estábamos preparadas para enfrentar una larga tarde en la cuarta ciudad más cara del mundo para vivir en 2016, según la Encuesta del Costo de Vida Mundial 2016 del Intelligence Unit de The Economist (entre muchos otros rankings).
Bienvenidas a Ginebra |
Ginebra |
Ginebra es una ciudad elegante, con sus callejuelas silenciosas que evocan bienestar, su casco antiguo, sus fachadas opacas, su Jet d'eau, sus paseos ribereños, sus lujosos relojes y su motor show internacional. Es también conocida como la capital de la paz y alberga el mayor número de organizaciones internacionales del mundo, tales como la Cruz Roja, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Nuestro itinerario comenzó en la Catedral de Saint-Pierre, una iglesia protestante cuya construcción tardó casi un siglo. Ofrece una privilegiada panorámica de la ciudad tras subir sus 157 escalones (x 2 si subes ambas torres). La entrada cuesta 5 CHF. Un imperdible de la ciudad.
Catedral de Ginebra |
Vistas desde la Catedral |
Panorámica desde la Catedral con el chorro de agua a lo lejos |
Más vistas desde la Catedral |
Dejándonos llevar por la melodía de un cuerno alpino que sonaba a lo lejos, paseamos por la plaza más antigua de Ginebra, la Place du Bourg-de-Four y luego nos dirigimos al Horloge Fleurie, uno de los iconos de la ciudad. Este hermoso reloj floral está enclavado en el borde del Jardin Anclais, cambia su apariencia cuatro veces al año y se sincroniza a través de un satélite electrónico que ajusta la hora. No esperaba menos para la capital de los relojes.
Reloj floral |
Nos dimos un paseo de unos 10 minutos por la Bahía de La Rade hasta el Jet d'eau, un chorro de agua de 140 m de altura que lanza 500 litros de agua del lago por segundo a una velocidad de casi 200 km/h. Para nuestra sorpresa, estaba apagado. Vimos un cartel que decía que de finales de febrero a principios de mayo lo apagan con la puesta del sol de lunes a jueves. Así que nos perdimos el selfie con el chorro, aunque más tarde lo vimos nuevamente iluminado en la distancia.
La Rade |
Tras caminar casi una hora en sentido contrario, decidimos tomar un par de autobuses hasta la monumental escultura de Daniel Berset, la Broken Chair. Esta "silla rota" tiene una altura de 12 m y está construida con 5,5 toneladas de madera. Fue creada para denunciar el uso de las minas antipersona y bombas de racimo en los conflictos bélicos y aunque en principio se instaló hasta la firma del Tratado de Ottawa, se quiso mantener como un recordatorio de los civiles que sufren diariamente la pérdida de extremidades e incluso la vida por esta razón.
Broken Chair |
Vimos la sede de las Naciones Unidas, nos hicimos algunas fotos "frikis" en la UIT y regresamos en autobús a la estación de Cornavin, donde tomaríamos el tren a Lausana.
Telecos en la UIT |
Juanfran y Jessica nos dieron la bienvenida en Lausana y tras dejar nuestro equipaje en la casa de Jessica y tomarnos una cerveza, fuimos andando al Pinte Besson, una taberna histórica fundada en 1780 donde disfruté de una magnífica velada de cumpleaños, con excelente compañía, una tradicional fondue Moitié-Moitié y un exquisito vino Clos Des Abbayes Grand Cru de los viñedos de Dezaley. Hasta me cantaron cumpleaños con velitas y patatas. ¿La cuenta? Unos 40 € por persona.
Fondue en Pinte Besson |
Viernes. Emprendimos nuestra travesía en tren a la hermosa ciudad de Lucerna. Su símbolo principal es el Kapellbrücke, el puente de madera más antiguo de Europa según Traveler. En algún artículo leí que nunca te cansarías de verlo y es que luce hermoso desde cualquier ángulo. Fue construido en 1333 y devastado parcialmente por un incendio en 1993. Se usaron los planos originales para su reconstrucción y las pinturas medievales en su techo relatan "la peste y la igualdad de todos ante la muerte". También visitamos la Iglesia Jesuita (Jesuitenkirche), "primer edificio sagrado de estilo barroco de toda Suiza".
Pinturas medievales en el techo del puente |
El Kapellbrücke |
Iglesia Jesuita |
Nos dejamos sorprender por la fuente del carnaval, las pintorescas fachadas de colores y por esa quintaesencia y misticismo que cautiva. Imperdible el paseo en cuesta hasta la Mussegmauer o antigua muralla, herencia medieval con sus nueve torres. Como dato de interés, sólo es posible visitar tres de estas torres y enamorarse de las impresionantes vistas de esta ciudad de ensueño de 8 am a 7 pm en verano.
La fuente del carnaval |
Fachadas de Lucerna |
Lucerna |
Lucerna y sus colores |
La vieja muralla y sus torres |
La torre del reloj, una de las tres torres que se pueden visitar en verano |
Vistas desde la muralla |
Recargamos baterías con un par de wraps de Migros, una enorme cadena de supermercados muy popular en Suiza y continuamos nuestro camino para contemplar la agonía eterna del león caído (Löwendenkmal), esculpido en roca por el danés Bertel Thorvaldsen, que mide 6,80 m de alto por 10 m de ancho y representa el sufrimiento de los 700 guardias suizos masacrados en la insurrección de aquel 10 de agosto de 1792 en el Palacio de Las Tullerías. Conmovedor.
El monumento al león caído |
No podíamos irnos sin antes ver la Catedral de Lucerna. También conocida como Hofkirche (Iglesia de St. Leodegar), con sus dos torres campanario que se alzan hasta una altura de 69 metros, un claro ejemplo del renacimiento alemán. Luego nos dimos un paseo a orillas del río Reuss hasta la estación del tren y nos despedimos de esta ciudad de cuento para emprender nuestro camino hacia Berna, la capital de Suiza.
Catedral de Lucerna |
Catedral de Lucerna |
En Berna, me volví "majara" con los tranvías, contemplamos el Juicio Final en el portal de la Catedral (Münster) y nos quedamos con las ganas de subir los 344 escalones de su torre de 100 m de altura para develar la panorámica magnífica de Berna desde su mirador. La torre cierra sus puertas a las 15:30 h de lunes a viernes en invierno. También vimos la Torre del Reloj (Zytgloggeturm) donde en cada hora en punto los transeúntes se aglomeran para observar el "juego de figuras con el jaquemart dorado, el gallo y Cronos, el dios del tiempo".
Berna |
Catedral de Berna |
Vimos la fachada de la casa donde Einstein vivió con su mujer Mileva desde el año 1903 hasta 1909 en plena calle Kramgasse, patrimonio mundial cultural de la UNESCO. También llaman la atención los accesos a los refugios subterráneos para protegerse de la guerra. Hoy, muchos son bares y tiendecillas.
Refugios subterráneos |
Berna, sus relojes y sus fuentes |
Caminamos hasta el Parque de los Osos (BärenPark), hogar de Finn, Björk y su hija Ursina, a orillas del río Aar. Pero, jamás imaginamos que nuestra visita a Berna coincidiría con el sueño invernal de los osos, que prefieren hibernar en la intimidad de sus establos. Así que no pudimos verlos.
Berna |
Lo más cerca que estuve de un oso |
Regresando hacia la estación del tren, nos costó encontrar la peculiar fuente del "ogro comeniños" (Kindlifresserbrunnen) ubicada en Kornhausplatz (Granary Place). Una terrorífica escultura que data del siglo XVI con un significado incierto y algunas interpretaciones misteriosas.
El ogro comeniños |
Finalmente, hicimos una parada estratégica en un Denner, para comprar los únicos chocolates que con cada trozo evocan los mejores recuerdos de Mar en aquella lejana época universitaria. Continuamos hacia la estación y tomamos el tren de vuelta a Lausana. Quizás tengo que darle otra oportunidad a Berna en verano, para deslumbrarme con ese encanto medieval del que tanto se habla, visitar a esta simpática familia de osos, contemplar la colección más importante de las obras del artista Paul Klee, subir a la torre de la catedral y fotografiar el Halen Brücke.
Juegos de ajedrez gigantes, típicos en las ciudades helvéticas que visité |
Una vez en Lausana, salimos a dar una vuelta nocturna por la ciudad, vimos la Catedral, el Castillo, subimos y bajamos algunas cuestas y fuimos a cenar en la Brasserie du Châteu. Aunque siempre había asociado la palabra "Brasserie" a "pollo en brasas", en francés significa "cervecería". Todos los días se aprende algo nuevo. El sitio tiene un ambientillo especial, la camarera fue súper agradable, compartimos dos pizzas deliciosas y pedimos unas pintas de cervezas artesanas Blanche y Ginger, buenísimas. La cuenta fue cerca de 20 € por persona.
Pizzas y cervezas artesanas en Brasserie du Châteu |
Sábado. El día para visitar los alpes suizos. Nos fuimos muy temprano a Interlaken, pero antes, pedimos tres Chai Latte en el Tekoe de la estación de trenes en Lausana, una franquicia de tés extendida en Suiza que para mi sorpresa también tiene una tienda en Madrid.
Dimos una vueltecilla por Interlaken Ost, vimos un par de iglesias y poco más. Este enclave "entre dos lagos" es el punto de partida de "más de 45 ferrocarriles de montaña, funiculares aéreos, así como telesillas y telesquíes" que mueven a la gente a "un área con 200 km de pistas y una densa red de senderos".
Interlaken Ost |
De allí tomamos otro tren hasta Grindelwald y desde ese punto, un autobús hasta la estación del funicular que nos llevaría hasta Männlichen con sus maravillosas vistas de los alpes berneses a 2330 m de altitud, bajo la sombra del Eiger, el Mönch y más allá, el emblemático Jungfrau. Un paseo para disfrutar de la nieve, el sol, una buena cerveza y una salchicha. El día estuvo increíble y mejor no entrar en detalles sobre el épico descenso que Jessica inmortalizó en un vídeo cuando Mar y yo casi rodamos al borde del precipicio (cualquiera diría que exagero, hay que ver el vídeo para creerlo jejeje).
En la vía del tren a Grindelwald |
Teleférico a Männlichen |
En la cumbre |
Foto salto |
La joya de la corona |
Acá hago un paréntesis para agradecer a Alberto, por todas sus recomendaciones de viaje. Nos quedó pendiente ir a la garganta. Queda apuntado para un próximo viaje.
Panorámica de los alpes berneses |
Contemplando la grandeza del paisaje |
La corona que se veía tan lejana |
Encaje perfecto |
Un par de cervezas en la nieve |
¿Salchicha alemana en Suiza? |
Al caer la tarde, tomamos el tren con dirección a Berna. Hicimos una parada en Spiez, un encantador pueblecillo situado a orillas del lago Thun. Ya la noche había caído y sus calles silenciosas y desoladas, nos invitaron a marcharnos luego de capturar algunas fotografías bajo la luna llena.
Spiez con luna llena |
Spiez |
Continuamos nuestra travesía hasta Berna y de allí a Lausana. Cenamos en casa, unas deliciosas crepes preparadas por Jessica y tomamos el vino favorito de Mar, un frizzante de melocotón.
Domingo. El día de ir a Vevey, ver Lausana de día y volver a Málaga. ¡Cuántas cosas aún por hacer! Mar y yo comenzamos nuestra jornada con un par de Chai Lattes de Tekoe y unos panecillos en la estación de trenes de Lausana. En Málaga, por menos de 3 € desayunas un pitufo mixto de pavo y un zumo de naranja natural. En Lausana, desayuno para dos (pan y té) poco más de 15 €. Vaya diferencia, ¿no? Aunque siendo muy franca y con todo lo que me gusta la gastronomía española, la bollería, croissants y panecillos dulces que nos comimos en Suiza no son fáciles de encontrar por estos lados.
Monumento a Charles Chaplin, símbolo del humorismo y cine mudo |
Tras un corto trayecto, llegamos a Vevey. Una ciudad preciosa donde el amplio lago Lemán, una sutil niebla, el imponente panorama alpino y el cielo gris profundo crean una composición perfecta. Conocida como una de las "perlas de la Riviera de Suiza", esta ciudad alberga la sede principal de Nestlé y tal vez su habitante más famoso ha sido Charlie Chaplin, quien vivió los últimos 25 años de su vida en Vevey. Tomamos la foto con el "tenedor" y me guardé para un próximo viaje pasear entre "palmeras y flores desde Vevey por Montreux hasta el castillo Chillon" y pedalear por "los viñedos soleados de Lavaux".
El Lago Lemán, desde Vevey |
Alpes franceses de fondo |
El tenedor de Nestlé |
Una vez en Lausana, vimos el Museo Olímpico, caminamos por el barrio porteño Ouchy a orillas del Lago Lemán y tomamos el peculiar metro totalmente automático y controlado a distancia, que va cuesta arriba con una "pendiente máxima del 12%" y reproduce divertidos sonidos temáticos dependiendo de la estación.
Lausana, sede olímpica |
Fuego olímpico |
Museo Olímpico |
Lausana |
Ouchy |
Ouchy y sus obras de arte |
Un grato paseo a orillas del Lago Lemán |
Subiendo en el tren |
The Venoge Burger, en The Great Escape |
Elvis Burger en The Great Escape |
Cervezas del mundo en The Great Escape |
Subimos las escaleras para ver la Catedral teñida por el sol y contemplar el horizonte de la ciudad a sus pies. Pasamos por la tradicional chocolatería Le Barbare con certificado de excelencia de TripAdvisor, aunque estaba cerrada por ser domingo; vimos el antiguo reloj Omega en Rue du Pont 23 (Mar tenía muchas ganas de que lo viera) y nos dimos un paseo cortito hasta el idílico Parc de Mon Repos y de allí a la estación de trenes.
Catedral de Lausana |
Escaleras al cielo |
La fachada con el reloj Omega |
Parc de Mon Repos |
Con un carrete interminable de fotografías, vídeos, historias y la ilusión de haber compartido con personas especiales en mi cumpleaños, me despedí de Suiza hasta una próxima travesía.
Regresando a casa |