Casi cuatro días y tres noches para descubrir lo mejor del País Vasco
By Angelica - 11 septiembre
Aunque definitivamente cada ciudad y pueblo que visitamos merece un capítulo de mi blog, por cuestiones de tiempo, intentaré resumir en esta entrada lo mejor de nuestro viaje al País Vasco.
¡Ongi etorri Euskadi! (¡Bienvenidos al País Vasco!). Llegamos el miércoles tempranito en el primer vuelo Málaga - Bilbao, alquilamos un coche en el aeropuerto y nos fuimos directo al Casco Viejo. Mientras Marijaia dormía, algunos chavales caminaban a sus casas con su pañuelo azul aún colgando del cuello, luego de una exhaustiva marcha bebiendo Kalimotxo (vino tinto + cola) y cervezas, disfrutando en grande de la Aste Nagusia, la "feria" (como diríamos en Andalucía). En Euskadi, no hay "casetas", hay "txosnas" gestionadas por las comparsas más variopintas (desde liberación sexual, anti agresiones sexistas, defensores de los animales, movimientos independentistas, en fin...), con música, bocatas, pintxos y mucho alcohol.
Para mi, sin duda una experiencia interesante. Luego de haber vivido días atrás la Feria de Málaga por primera vez. Ese contraste entre el Norte y el Sur, que hace que España sea un país tan amplio y tan fascinante.
Nuestro primer día del viaje estuvo dedicado a Bilbao, así que callejeamos entre las Siete Calles de su casco viejo, nos encontramos con Simón Bolívar en Plaza Venezuela, visitamos a los Gigantes y Cabezudos, recorrimos la Ría de arriba a abajo, subimos en funicular a Artxanda, cantamos Bilbainadas en la calle, conocimos al famoso Puppy de Jeff Koons, el hermoso cachorro de acero cubierto de flores emplazado frente al Museo Guggenheim y también a la "Mamá" de Louise Bourgeois, una de las gigantescas arañas creadas por esta artista francesa con exhibiciones permanentes en: Londres, Ottawa, Tokio, Seúl y Bentonville y otras temporales alrededor del mundo.
En cuanto a nuestra experiencia gastronómica, nos faltó tiempo ya que como dice Yirah "en Bilbao la gente vive para comer". Desayunamos en la "cafetería de época" Café Bar Bilbao en Plaza Nueva; yo pedí una tortilla con bacalao y Emil un bocadillo de jamón y pimientos. Comimos en el clásico Restaurante Urbieta, en la Calle del Perro; pimientos gratinados rellenos de merluza y langostinos y probamos nuestro primer txuleton. También nos refrescamos con unos deliciosos tés con hielo de Original Tea, donde Alfredo y Marta nos dieron algunos tips sobre la ciudad y nos recomendaron pasar por la tienda "más pequeña" de España con tan sólo siete metros cuadrados llamada "La Bendita", situada bajo el regazo de la bilbaina Catedral de Santiago desde 1930.
Aunque nuestro plan era hacer check-in en el hotel para luego ir al concierto gratuito de Gente de Zona en Parque Europa a media noche... no pudimos resistirnos a la comodidad y tranquilidad del Palacio Urgoiti, reservado para nuestro descanso luego de un día de viaje intenso.
Después de disfrutar de un buen desayuno, continuamos nuestro recorrido por Euskadi. Nuestra primera parada fue la Ermita de San Juan de Gaztelugatxe, uno de los imperdibles de la costa vasca. Sin duda, merece la pena subir sus 231 escalones, imaginar lo que pensaría San Juan Bautista al dejar una de sus tres huellas en su llegada a Bermeo, dejarse cautivar por este mágico islote, soñar con piratas y sirenas y una vez en la cima, hacer sonar trece veces la campana antes de pedir un deseo.
De allí, partimos a Bermeo, un hermoso pueblo de tradición pesquera. No podíamos irnos sin comernos unos pintxos frente al mar y seguir nuestra travesía hasta Astigarraga, ya que habíamos hecho una reserva en la Sidrería Petritegi, recomendada por el amigo de Antonio. Pedimos el "Menú de Sidrería" que consistía en: Tortilla de Bacalao, Bacalao frito con pimientos, 1 Txuleta de 700 gr para 2 personas, Postre (queso, membrillo, nueces, tejas y cigarrillos), Txiri (Sidra) y un delicioso pan. El comedor está inspirado en un caserío típico gipuzcoano, con música tradicional en vivo, excelente ambiente, mesones alargados tipo "banquete" para compartir, sidra y más sidra. Nos atendieron bien y pagamos 28,5€ por persona. Una curiosidad es que los vascos sirven el txuleton casi crudo, o como diría un amigo de Emil "lo pinchas y hace muuuu". Así que si lo prefieres bien cocido, es bueno indicarlo cuando te tomen la orden.
Con la barriga llena, emprendimos nuestro camino a Donostia. Habíamos reservado una habitación en el Hotel Leku Eder, con vista al mar y al tradicional parque de atracciones Monte Igueldo, desde donde se aprecian las mejores panorámicas de la bahía de La Concha y donde Laura pasó algunos días maravillosos en su infancia. Así que dejamos el coche en el hotel y con el mapa de San Sebastián en mano y las útiles recomendaciones de Tania (la amable recepcionista), nos fuimos andando hasta el Monte Igueldo y nos enamoramos a primera vista de San Sebastián.
Bajamos en funicular y respiramos la brisa de mar por el paseo de la Ondarreta hasta la balconada natural donde nos esperaba El Peine del Viento, el conjunto de esculturas del artista donostiarra Eduardo Chillida, famoso por sus obras en hierro y hormigón, que reposan sobre el entorno arquitectónico del arquitecto vasco Luis Peña Ganchegui, con el fin de que "el viento se peinara antes de entrar en la ciudad".
Sin duda, un lugar con encanto, como para quedarse el resto del día. Continuamos el paseo por la playa, tomamos la respectiva foto de La Concha vista por su barandilla, conocimos los jardines del Palacio Miramar y caminamos hasta la Parte Vieja donde nos cayó la noche y las ganas de seguir descubriendo la exquisita gastronomía en miniatura de Euskadi. Así que fuimos de pintxos a Bar Zeruko en la Calle Pescaderia (los pintxos más originales del viaje) y a Bar Goiz-Argi en la Calle Fermín Calbeton por su famosa brocheta de gambas (uno de los mejores pintxos que comimos), también nos tomamos un par de copas de txakolí bien frío, el vino con más arraigo en Gipuzkoa. Como siempre queda espacio para el postre, nos comimos un par de cucuruchos en Gelateria Boulevard. Tomamos el último autobús que partía a la media noche para regresar al hotel y descansar luego de nuestra interesante jornada.
Viernes. ¡Qué rápido se va el tiempo cuando la estás pasando bien! Después de degustar un excelente desayuno casero en el hotel, recogimos nuestras cosas y nos dirigimos a Hondarribia. Una de las recomendaciones de Enrique.
Este precioso pueblo, nos sorprendió con su "sabor a historia", calles empedradas, trazado medieval, fachadas coloridas en el barrio de pescadores, su playa de fina arena dorada y aguas tranquilas y su accesibilidad en pocos minutos a la Plage d'Hendaye, en Francia.
Hondarribia se recorre andando, hay que atravesar la Puerta de Santa María, contemplar las murallas desde la puerta de San Nicolás, perderse por las calles Santiago, San Pedro y la Kale Nagusia con sus canecillos tallados y balcones de hierro forjado, visitar la Plaza de Armas, el antiguo Castillo de Carlos V y dejarse sorprender con su gastronomía. Después de ir de pintxos a Senra Hondarribia y a Vinoteka Ardoka, nos fuimos en coche al Santuario de Guadalupe, patrona de la ciudad, y de allí emprendimos un camino entre costa, montaña y bosque hasta Pasai Donibane, uno de los pueblos más pintorescos de Guipúzcoa.
Inspirados con tantas vivencias maravillosas, nos fuimos al tercer hotel de la travesía, el menos memorable (y más costoso). Pensión Loaldia, que en euskera significa "sueño". Media planta reformada de un edificio con una ubicación clave, muy cerca de La Concha.
Una vez instalados, fuimos a echar lo que quedaba de día en la playa, me impresionó la cantidad de gente a esa hora en La Concha, nos pareció una playa muy familiar, limpia, aunque el agua es más templada, nos vino genial con el calor, el oleaje bastante bajo y la franja de arena súper amplia. Una nueva playa para mi colección.
Luego fuimos por una merienda a la Pastelería Oiartzun, Emil pidió una tartaleta de frutas y yo un Pastel Vasco. Todo súper fresco, artesano y divino. Y de allí, caminamos hacia el Club Naútico para descubrir "la otra mitad" que no habíamos visto. Contemplamos un atardecer precioso y mientras tomábamos una foto, una chica le decía a su amiga "¡qué bonito, no me quiero ir!"... supongo que esa nostalgia nos queda a todos, cuando llega la hora de despedirnos de una ciudad tan vibrante.
Para continuar con nuestro recorrido gastronómico, esta vez nos fuimos de pintxos a Egosari Bar y a Bar Sport, en la Calle Fermín Calbetón. Lo que sí es cierto es que los fogones cierran temprano y si te descuidas, te quedas sin cenar. Nos quedaron muchos sitios por conocer, recomendaciones que seguir, en fin. Hay que volver.
La mañana siguiente, desayunamos cerca del hotel (no incluía desayuno) y nos despedimos de San Sebastián para ir a probar las dulces exquisiteces de Joseba Arguiñano, uno de los hijos del conocido cocinero Karlos Arguiñano, en su bombonería Ja, ubicada en la céntrica Kale Nagusia en la villa turística de Zarautz. Un café, un té verde, un par de inigualables croissants, una tartaleta de frutos rojos como las que nos gustan y la mejor tarta de queso que he probado en mi vida. Un dulce placer antes de dar una vuelta rápida por el pueblo, ver el mar y despedirnos de Euskadi.
Sin duda un viaje extraordinario. Como se me hizo tarde, me reservaré las anécdotas de Cantabria para una próxima entrada del blog, no sin antes agradecer a: Estebán, Enrique, Laura, Antonio, Yirah y Eduardo por sus valiosas recomendaciones.
¡Ongi etorri Euskadi! (¡Bienvenidos al País Vasco!). Llegamos el miércoles tempranito en el primer vuelo Málaga - Bilbao, alquilamos un coche en el aeropuerto y nos fuimos directo al Casco Viejo. Mientras Marijaia dormía, algunos chavales caminaban a sus casas con su pañuelo azul aún colgando del cuello, luego de una exhaustiva marcha bebiendo Kalimotxo (vino tinto + cola) y cervezas, disfrutando en grande de la Aste Nagusia, la "feria" (como diríamos en Andalucía). En Euskadi, no hay "casetas", hay "txosnas" gestionadas por las comparsas más variopintas (desde liberación sexual, anti agresiones sexistas, defensores de los animales, movimientos independentistas, en fin...), con música, bocatas, pintxos y mucho alcohol.
Txosnas en Aste Nagusia, en la esquina inferior izquierda los "meaderos" públicos |
Nuestro primer día del viaje estuvo dedicado a Bilbao, así que callejeamos entre las Siete Calles de su casco viejo, nos encontramos con Simón Bolívar en Plaza Venezuela, visitamos a los Gigantes y Cabezudos, recorrimos la Ría de arriba a abajo, subimos en funicular a Artxanda, cantamos Bilbainadas en la calle, conocimos al famoso Puppy de Jeff Koons, el hermoso cachorro de acero cubierto de flores emplazado frente al Museo Guggenheim y también a la "Mamá" de Louise Bourgeois, una de las gigantescas arañas creadas por esta artista francesa con exhibiciones permanentes en: Londres, Ottawa, Tokio, Seúl y Bentonville y otras temporales alrededor del mundo.
Simón Bolívar en la Plaza Venezuela |
Mamá |
Museo Guggengeim |
Puppy |
Museo Guggengeim |
Bilbainadas |
Bilbainadas |
Gigantes y cabezudos |
Plaza Nueva |
Artxanda |
Vistas desde Artxanda |
En cuanto a nuestra experiencia gastronómica, nos faltó tiempo ya que como dice Yirah "en Bilbao la gente vive para comer". Desayunamos en la "cafetería de época" Café Bar Bilbao en Plaza Nueva; yo pedí una tortilla con bacalao y Emil un bocadillo de jamón y pimientos. Comimos en el clásico Restaurante Urbieta, en la Calle del Perro; pimientos gratinados rellenos de merluza y langostinos y probamos nuestro primer txuleton. También nos refrescamos con unos deliciosos tés con hielo de Original Tea, donde Alfredo y Marta nos dieron algunos tips sobre la ciudad y nos recomendaron pasar por la tienda "más pequeña" de España con tan sólo siete metros cuadrados llamada "La Bendita", situada bajo el regazo de la bilbaina Catedral de Santiago desde 1930.
Unos dulces llamados "Caracas" que vimos por ahí... ¿coincidencia? |
Desayuno en Café Bar Bilbao |
Tés en Original Tea |
Pimientos rellenos en Restaurante Urbieta |
Txuleton en Restaurante Urbieta |
Aunque nuestro plan era hacer check-in en el hotel para luego ir al concierto gratuito de Gente de Zona en Parque Europa a media noche... no pudimos resistirnos a la comodidad y tranquilidad del Palacio Urgoiti, reservado para nuestro descanso luego de un día de viaje intenso.
Palacio Urgoiti |
Ermita de San Juan de Gaztelugatxe |
Vista desde arriba de la Ermita de San Juan de Gaztelugatxe |
La Ermita y la campana |
Bermeo |
Bermeo |
De pintxos en Bermeo |
Sidrería Petritegi |
Tortilla de bacalao en Sidrería Petritegi |
Bacalao frito con pimientos en Sidrería Petritegi |
Txuleton en Sidrería Petritegi |
Postres en Sidrería Petritegi |
Con la barriga llena, emprendimos nuestro camino a Donostia. Habíamos reservado una habitación en el Hotel Leku Eder, con vista al mar y al tradicional parque de atracciones Monte Igueldo, desde donde se aprecian las mejores panorámicas de la bahía de La Concha y donde Laura pasó algunos días maravillosos en su infancia. Así que dejamos el coche en el hotel y con el mapa de San Sebastián en mano y las útiles recomendaciones de Tania (la amable recepcionista), nos fuimos andando hasta el Monte Igueldo y nos enamoramos a primera vista de San Sebastián.
Hotel Leku Eder |
Vista de la Bahía de la Concha desde Monte Igueldo |
Bajamos en funicular y respiramos la brisa de mar por el paseo de la Ondarreta hasta la balconada natural donde nos esperaba El Peine del Viento, el conjunto de esculturas del artista donostiarra Eduardo Chillida, famoso por sus obras en hierro y hormigón, que reposan sobre el entorno arquitectónico del arquitecto vasco Luis Peña Ganchegui, con el fin de que "el viento se peinara antes de entrar en la ciudad".
El Peine del Viento |
El pájaro también quería salir en la foto |
Palacio de Miramar |
Palacio de Miramar |
La Concha |
Barandillas |
De pintxos en Bar Zeruko |
Pintxos súper originales en Bar Zeruko |
Pintxos súper originales en Bar Zeruko, vienen en bote y ellos te lo "montan" en la cocina |
Pintxos súper originales en Bar Zeruko |
Pintxos súper originales en Bar Zeruko |
Pintxos súper originales en Bar Zeruko |
Pintxos súper originales en Bar Zeruko |
De pintxos en Bar Goiz-Argi |
La famosa brocheta de gambas en Bar Goiz-Argi |
De pintxos en Bar Goiz-Argi |
Cucuruchos en Gelateria Boulevard |
Este precioso pueblo, nos sorprendió con su "sabor a historia", calles empedradas, trazado medieval, fachadas coloridas en el barrio de pescadores, su playa de fina arena dorada y aguas tranquilas y su accesibilidad en pocos minutos a la Plage d'Hendaye, en Francia.
Hondarribia se recorre andando, hay que atravesar la Puerta de Santa María, contemplar las murallas desde la puerta de San Nicolás, perderse por las calles Santiago, San Pedro y la Kale Nagusia con sus canecillos tallados y balcones de hierro forjado, visitar la Plaza de Armas, el antiguo Castillo de Carlos V y dejarse sorprender con su gastronomía. Después de ir de pintxos a Senra Hondarribia y a Vinoteka Ardoka, nos fuimos en coche al Santuario de Guadalupe, patrona de la ciudad, y de allí emprendimos un camino entre costa, montaña y bosque hasta Pasai Donibane, uno de los pueblos más pintorescos de Guipúzcoa.
Barrio de Pescadores |
Hondarribia |
Hondarribia |
Hondarribia |
Playa de Hondarribia |
De pintxos en Senra Hondarribia |
De pintxos en Vinoteka Ardoka |
De pintxos en Vinoteka Ardoka |
Templo de Guadalupe |
Vista de Hondarribia desde el templo de la Virgen de Guadalupe |
Pasai Donibane |
Pasai Donibane |
Inspirados con tantas vivencias maravillosas, nos fuimos al tercer hotel de la travesía, el menos memorable (y más costoso). Pensión Loaldia, que en euskera significa "sueño". Media planta reformada de un edificio con una ubicación clave, muy cerca de La Concha.
Una vez instalados, fuimos a echar lo que quedaba de día en la playa, me impresionó la cantidad de gente a esa hora en La Concha, nos pareció una playa muy familiar, limpia, aunque el agua es más templada, nos vino genial con el calor, el oleaje bastante bajo y la franja de arena súper amplia. Una nueva playa para mi colección.
La Concha por la tarde |
Tartaleta de frutos en Pastelería Oiartzun |
Pastel vasco en Pastelería Oiartzun |
Al lado del Club Naútico |
Atardecer en San Sebastián |
De pintxos en Egosari |
De pintxos en Egosari |
De pintxos en Egosari |
De pintxos en Bar Sport |
De pintxos en Bar Sport |
La mañana siguiente, desayunamos cerca del hotel (no incluía desayuno) y nos despedimos de San Sebastián para ir a probar las dulces exquisiteces de Joseba Arguiñano, uno de los hijos del conocido cocinero Karlos Arguiñano, en su bombonería Ja, ubicada en la céntrica Kale Nagusia en la villa turística de Zarautz. Un café, un té verde, un par de inigualables croissants, una tartaleta de frutos rojos como las que nos gustan y la mejor tarta de queso que he probado en mi vida. Un dulce placer antes de dar una vuelta rápida por el pueblo, ver el mar y despedirnos de Euskadi.
Ja Zarautz |
Ja Zarautz |
Zarautz |
Zarautz |
Sin duda un viaje extraordinario. Como se me hizo tarde, me reservaré las anécdotas de Cantabria para una próxima entrada del blog, no sin antes agradecer a: Estebán, Enrique, Laura, Antonio, Yirah y Eduardo por sus valiosas recomendaciones.