Ocho horas en El Ombligo de la Luna

By Angelica - 09 junio

Cada vez que viajo por trabajo, mi lema es "no sé cuándo volveré".  Así que trato de aprovechar al máximo los días que tengo en ese destino.

Esta vez se trató de Ciudad de México, "una de las manchas urbanas más grandes del mundo", donde los mariachis se conjugan con novelas, monumentos sagrados, tradición, mitología, gastronomía y mucho más.

México significa en náhuatl "El Ombligo de la Luna".  Esta enorme ciudad fue fundada en el año 1325 sobre el Lago de Texcoco justo después que los aztecas imploraran una señal divina y apareciera un águila devorando una serpiente parada sobre un nopal.  Más de seiscientos años después, durante los trabajos de cableado subterráneo, una representación en piedra de la diosa Coyolxauhqui fue hallada en pleno centro ceremonial azteca.  Así descubrieron la riqueza arqueológica del Templo Mayor, construido "donde confluyen los cuatro puntos cardinales y los tres niveles del cosmos: el cielo, la superficie de la tierra y el inframundo".

Salí el miércoles a las 3:35 pm de Maiquetía en el vuelo 630 de LACSA con escala en San José, llegué al DF a las 10:30 pm y un poco más porque el vuelo se retrasó.  El taxista amigo de Gerardo esperaba por mi y me llevó hasta mi hotel.  Había seleccionado el Sheraton María Isabel (http://www.starwoodhotels.com/sheraton/property/photos/index.html?propertyID=259) ya que la ubicación me pareció excelente, justo frente al monumento del Ángel de la Independencia.

Vista desde el Hotel
Mientras hice check-in y me acomodé en la habitación, pasaron las 12 y tenía que levantarme tempranito para ir a la oficina.  El desayuno en el hotel estuvo divino, recuerdo que pedí un omelette con jamón, queso, espinacas y champiñones y me comí un plato de frutas súper dulces, jugosas y frescas.

Mi meta era aprovechar la tarde/noche del Jueves para conocer la ciudad, porque el Viernes tenía que comprarle unos zapatos a Emil en el Outlet de Punta Norte (que quedaba en las afueras del DF) y el sábado me buscarían a las 3:30 am para regresar al aeropuerto.

Así que emprendí mi paseo al salir del curso, con mi súper guía turístico, Francisco-Javier Sergio (coloco el guión, porque él insiste que "Francisco Javier" es un solo nombre).  Para mi sorpresa, cuando llegamos al estacionamiento veo que su carro es un flamante Camaro rojo del año!! ¿Quién lo imaginaría?

Ya tenía en mi mente los principales atractivos que quería conocer aunque me enfrentaba a dos temibles obstáculos: 1) estábamos saliendo a las 5:30 pm de la oficina, la mayoría de los sitios de interés religioso, arqueológico y cultural cierran temprano, 2) el tráfico incansable del DF.


La vieja y la nueva Basílica
Así que decidimos visitar primero la Basílica de la Guadalupe.  ¡Qué hermoso lugar!  Allí entre templos y suspiros de fe, contemplamos un atardecer bellísimo con el Espíritu Santo dibujado en el cielo (¿son ideas mías o parece una paloma blanca en la foto?).  El Templo Expiatorio a Cristo Rey o, Antigua Basílica está ubicada en el Conjunto religioso del Tepeyac donde también residen: la Capilla de Indios, la Capilla del Cerrito, el Cementerio del Tepeyac, la Capilla del Pocito, el Templo y antiguo convento de las Capuchinas, el Museo de la Basílica de Guadalupe y la Nueva Basílica de Guadalupe.


Imagen original de la Guadalupe
La primera basílica dedicada a la Virgen de Guadalupe sufrió de un hundimiento desproporcionado, ya que fue construida en un terreno inestable (recordemos que Ciudad de México fue fundada sobre un gran lago), a esto se sumó el espacio insuficiente para recibir las inmensas peregrinaciones de los feligreses en Diciembre que acuden desde todos los rincones del país.  Así que en 1974 se inició la construcción de un nuevo templo, más grande, que fue inaugurado en Diciembre de 1976.

Cuenta la historia que la Santísima Virgen de Guadalupe apareció ante Juan Diego en las faldas del cerro Tepeyac en el año 1531.  Esta impresión de la Virgen en una tilma de fibra de maguey es resguardada actualmente en la nueva Basílica.  Como dato curioso para los creyentes, según estudios científicos se ha detectado que al acercar un haz de luz a los ojos de la Virgen, la pupila se contrae, y al retirar la luz, se vuelve a dilatar, tal cual como ocurre en un ojo vivo.  


Palacio de Bellas Artes
Luego de este encuentro con Dios, partimos en dirección hacia el centro histórico.  Allí decidimos caminar por estas fascinantes calles entre plazas, esculturas, murales, iglesias y museos.  

Baile prehispánico
Atravesé la Alameda y me dejé sorprender con los divertidos chorros de sus fuentes, conocí el imponente y bien iluminado Palacio de Bellas Artes, El Zócalo construido sobre el epicentro de Tenochtitlan, la Catedral Metropolitana, la Torre Latinoamericana o el Empire State mexicano, sentí la vibra de un baile prehispánico sobre las ruinas del Templo Mayor, vi las inmensas rocas meteoritas reconocidas por las antiguas culturas indígenas (Meteorita de Chupaderos I y II, Meteorita El Morito y Meteorita de Zacatecas).

Rocas meteoritas

Y es que este centro histórico es considerado el más importante de América, ya que contempla más de mil quinientos edificios con valor artístico o histórico.




El Zócalo
A mitad de camino en plena calle peatonal, me encontré con un Krispy Kreme (http://www.krispykreme.com/home) y sin pensarlo dos veces, me comí una donita.  Lo triste es que nada que ver con las que solía comerme en Puerto Rico.  Estas no estaban tan frescas, calientitas, ni te regalaban la dona gratis cuando el letrero de Hot Donuts estaba encendido.  Es un modelo de negocio totalmente distinto.
Churros con chocolate mexicano

No podíamos despedirnos del casco histórico sin visitar El Moro, una churreria súper clásica ubicada en el Eje Central Lázaro Cárdenas 42.  Allí degusté una deliciosa taza de chocolate mexicano y unos exquisitos, crujientes y azucarados churros por 60 pesos mexicanos.  Me faltó probar la famosa "torta del Chavo", queda anotada para un próximo viaje con el paseo por el Bosque de Chapultepec y la visita a las pirámides de Teotihuacan.

Luego de esta exhaustiva caminata, nos fuimos en carro y pasamos por la Plaza Garibaldi donde cientos de mariachis acuden cada noche a la espera de quien los contrate por una canción o un recital completo.

Recorrimos el Paseo de la Reforma, le eché un ojo al Auditorio Nacional y al Monumento a la Revolución, nos detuvimos en el Hard Rock Café a tomar la respectiva fotico y a comprar la franela porque ya me habían regalado el shot.  A pesar de que estaba sumamente cansada, me animé y nos metimos en King's Pub (http://www.thekingspub.com/) donde nos tomamos un par de tragos y disfrutamos de buena música en vivo.

Regresé al hotel pasada la medianoche, dispuesta a descansar y levantarme temprano para mi segundo día de curso.

Viernes al final de la tarde, compartí rápidamente con algunos compañeros venezolanos que decidieron echar raíces en México y salí con mi súper guía al Outlet de Punta Norte (http://www.premiumoutlets.com.mx/).  Contra todo pronóstico, no conseguimos tanto tráfico, compré los zapatos Salomon que Emil me había pedido para el viaje a Roraima y comparé precios con los Outlets que conozco (Canóvanas y Barceloneta, en Puerto Rico).  Definitivamente, Puerto Rico es más barato.

La idea era regresar al centro histórico y cenar en la terraza del Hotel Majestic (http://www.hotelmajestic.com.mx/restaurantes.html) frente al Zócalo, comida típica para despedir mi fugaz travesía.

Sin embargo, la "maldición de Montezucma" hizo de las suyas y en el camino se me revolvió el estómago con la sopa de tortilla picantosa que me comí en el almuerzo, me puse un poco pálida y decidí volver a mi hotel, tratar de descansar para mi jornada de regreso a casa.

Ya en el aeropuerto, compré todos los recuerditos, una botella de tequila y los chocolates José Cuervo que tanto me encantan.

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